jueves, 2 de septiembre de 2010

Vacaciones “alternativas”: Mi experiencia en el Hogar “Mas al Vent” de Cáritas



De cómo llegué a hacerme voluntaria de Cáritas es fácil: así me educaron, siempre he visto a mi familia dedicada a los demás, a los más necesitados, trabajando por amor a Dios y desde Cáritas de nuestra parroquia.
Un verano, hace ya cuatro años, decidí hacer un voluntariado; y en el programa de voluntarios de Cáritas Diocesana de Valencia me ofrecieron la oportunidad de ir al Hogar “Mas al Vent”, el cual forma parte del Programa de Sida, allí acogen a personas enfermas de SIDA, carentes de hogar, ofreciéndoles una atención que mejore su bienestar psíquico y físico, proporcionándoles para ello todos los medios humanos y materiales suficientes para lograr un "buen vivir" y un "buen morir". En principio poco sabía sobre esta realidad, no sabía lo que me iba a encontrar y lo que encontré fue una experiencia inolvidable; me atraparon.
Mi trabajo allí es acompañar a los enfermos, escucharles, darles cariño, ayudarles en lo que necesiten, a ellos y a las personas que allí trabajan, coordinadoras, enfermeros, auxiliares, educadores, cocineras. En la casa siempre hay voluntarios que pasan allí las noches o los fines de semana, en mi caso, me quedo una semana en agosto, día y noche, y durante el año procuro ir algún fin de semana.
En la casa hay normalmente alrededor de 12 a 15 enfermos, unos llegan, otros se van… Algunos me cuentan sus vidas, sus historias, yo escucho, otros no cuentan nada pero ves en sus ojos y en sus cuerpos la vida tan difícil que han vivido. Algunos necesitan que les ayudes a comer, otros tienen otro tipo de carencias. Unos luchan por superarse cada día, otros están ya cansados de luchar.
Con uno de ellos tengo una relación especial, ha vivido muchos años en Cullera y también es amigo de Rafa, nuestro párroco, algunas veces lo recojo y le traigo a pasar el día en Cullera, y esta vez, coincidiendo que volvía yo de la casa, nos vinimos los dos y pasamos un día genial él, Rafa y yo, pudo charlar con sus amigos, comimos juntos, y paseamos por la playa, él estaba contentísimo y nosotros también de haber podido contribuir a ello.
Es una experiencia dura pero infinitamente más gratificante, doy todo lo que puedo por cada uno de ellos y como dijo Jesús “hay más alegría en dar que en recibir” y experimentarlo cambia la vida. Ellos necesitan amor, cariño, comprensión, y el hecho de que te devuelvan una sonrisa o te digan “gracias”, te respondan un abrazo con fuerza o un beso con cariño, te hace sentir llena de vida. Realmente no sé quién ayuda más a quién.
"Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeño, conmigo lo hicisteis" (Mc 25, 40)

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